Hay veces que la historia se repite, la mayoría de las veces trágicamente. El 29 de junio de 1975, Tim Buckley, músico rock con talento y gran futuro, murió a la edad de 28 años debido a una sobredosis de heroína. Por entonces su hijo, Jeff Buckley, únicamente contaba 8 años de edad, y se encaminaba a deslumbrar al mundo con un primer disco único ("Grace", 1994), siendo único tanto por su contenido como por ser el único que editó en estudio.
Cuando el 29 de mayo de 1997 Jeff se sumergió vestido en las aguas del río Wolf, en Menphis (Tennessee), mientras escuchaba "Whole lotta love" de Led Zeppelin, se encontraba ultimando el que sería su segundo disco de estudio, "Sketches for My Sweetheart the Drunk", y era uno de los músicos más prometedores del panorama musical. Su muerte aquel día sigue rodeada de misterio, con versiones que vinculan su muerte ahogado con un posible suicidio, pero que en ningún momento pudieron ser contrastadas.
Como legado Jeff dejó un disco de estudio, perfecto e irrepetible, otro inacabado y decenas de grabaciones en directo (oficiales y piratas, ya que nunca prohibió que sus conciertos fueran grabados por los asistentes) de sus cientos de actuaciones.
Murió con apenas 30 años, repitiendo la historia una vez más.
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